—¿Periodista usted le tiene miedo a las motos?
—Si alguna vez lo tuve, esta profesión me obligó a superarlo, le dije.
¿La verdad? En otro vehículo hubiera sido casi imposible llegar hasta la Finca Novedad, en Alquízar. Por el camino, de cierto modo, un paisaje desolador nos preparó para lo que en aquel lugar aguardaba.
A su paso por este territorio, el huracán Rafael dejó moribunda la agricultura alquizareña. Las pérdidas son abrumadoras. No solo a la vista, sino también a los bolsillos. Específicamente en esta localidad agrícola se perdieron alrededor de 2000 hectáreas (ha.) de plátano, en su diversas variedades, 300 de yuca y 17, de un total de 19 máquinas de riego por pivote central, fueron afectadas, por solo mencionar algunos daños.
Sin embargo, la determinación de los agricultores, como José Luis Núñez Herrera y su familia, ha sido clave para enfrentar esta adversidad y empezar a recuperar lo perdido.
Al llegar, padre e hijo, nos esperaban frente a los escombros de lo que otrora fue un saludable platanal.
«Teníamos sembrado 7,02 ha. de platano vianda Fhiat 04. De plátano burro, 1,61 ha. en producción y 3,51 en fomento. También 1,89 ha. de Fhiat 01(plátano fruta) y 2,70 ha. de yuca en producción», comenta Tito Nuñez.
«Cuando conocimos que este fenómeno meteorológico afectaría nuestra provincia rápidamente comenzamos las labores para cosechar todo lo posible».
«La Empresa Comercializadora Acopio recibió de nuestras tierras 600 quintales de yuca, 500 de Fhiat 04 y 80 de Burro. No obstante fueron inevitables las pérdidas, especialmente, en las áreas que no estaban cosechables».
«Asimismo las afectaciones no solo se limitaron a los cultivos; también tenemos daños en las arboledas y en el techo de las naves de las fincas», agregó. Aunque estos agricultores se benefician con los productos de la Empresa de Seguros Nacionales (ESEN), para contrarrestar el impacto de eventos climatológicos como los huracanes, esto no es suficiente.
«Los productores que perdieron una gran cantidad de hectáreas de plátano asegurada, como es el caso de los Nuñez, enfrentan hoy también una situación complicada», dijo Adriel Martínez Gar- cía, vicepresidente y agente de seguro de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Camilo Cienfuegos a la cual pertenecen. «Ya se les tasó la inversión de los cultivos en desarrollo y evaluó la producción completa de otros. Esto se hace según el rendimiento esperado y la edad de la plantación.
«Sin embargo, como es de esperar, estas tasaciones no cubren realmente las pérdidas, ya que los cultivos tienen el potencial de ofrecer un rendimiento mucho mayor, por lo cual los gastos no se recuperan adecuadamente, y se traducen en pérdidas significativas para los productores.
«Tampoco se cumplió con el objetivo principal que es cosechar para el pueblo y que este pueda beneficiarse de la producción», concluyó Martínez García.
Pegados al surco
«Cuando llegamos a la finca el impacto fue grande. Sabíamos que venía el ciclón, pero realmente no pensamos que fuera a ser así, asegura Jose Luis, hijo. Sin embargo, estos productores no han tenido mucho tiempo para lamentarse.
«El día después de la tormenta empezamos las labores de corte y todavía estamos ahilando el platanal para dejar toda la plantación nueva que viene atrás», agrega.
«Los planes son tratar de recuperar y salvar todo lo que pueda ser salvable. Aprovechar esas tierras para sembrar cultivos de ciclo corto: boniato, frijol, maíz y tomate», argumenta.
Uno de los mayores retos que enfrentan los productores es la falta de electricidad. «Las bombas son eléctricas y sin electricidad no hay cultivos», explica Núñez. La situación se complica aún más con producciones como las de tomate que requiere un manejo cuidadoso del agua. «Si vas a sembrar tomate, necesitas un semillero y regarlo día sí, día no», añade.
El combustible disponible, explica Adrian Martínez García, presidente de la Cooperativa, se destina para salvar los cultivos que aún se mantienen con vitalidad, como el ajo y malanga.
En este contexto de recuperación, la Finca Honduras también perteneciente a esta CCS se prepara para un nuevo ciclo agrícola. Jesús Miguel Almenteros Llano, su propietario, se prepara para sembrar 10,78 ha. de papa en áreas que también fueron afectadas por Rafael. «Vamos a utilizar 28 toneladas de semilla para esas tierras», explica Almenteros.
Con mejores condiciones de riego por aspersión y un enfoque en estudiar las variedades para optimizar los rendimientos, el agricultor tiene esperanzas de que esta nueva siembra contribuya a la recuperación económica de la zona.
Viejas deudas que se agravan
Tras el paso del huracán, los productores agrícolas se enfrentan a la pérdida de sembrados que mostraban vitalidad y les permitían cumplir tanto con sus compromisos estatales como con las ventas contratadas a otros destinos, comenta el presidente.
Pero la situación actual ha agravado la crisis de liquidez que ya existía. «Ahora deben asumir altos gastos operativos, incluyendo el pago en efectivo a brigadas de trabajadores eventuales del campo. «Además, nos encontramos con un problema de impago significativo que se acrecienta. Nuestra CCS acumula cerca de 12 millones de pesos, en cuentas por cobrar a empresas comercializadoras. «El contrato con Cítricos Ceiba fue fundamental para la comercialización de productos como yuca, boniato, malanga y plátano. Ellos facilitaban la venta al venir a recoger los productos directa- mente de la cooperativa, lo que permitía obtener márgenes comerciales más altos.
Sin embargo, las deudas persisten. «Los anticipos salariales dependen de esas ventas; si no hay comercialización, no hay ingresos para pagar a los trabajadores. Esto pone a las cooperativas en una situación difícil, ya que dependen completamente de lo que producen los campesinos.
«Sin producción y sin ventas, no hay forma de garantizar el salario a quienes trabajan en el campo y al personal indirecto a la producción. La realidad se nos ha complejizado aún más», refiere García Martínez.
Aún así, en medio de los desafíos, la cooperativa y sus asociados se aferran a la tierra como un náufrago a su tabla salvavidas. Ellos siembran no solo semillas, sino también esperanzas en cada surco. A pesar de los contratiempos que amenazan con ahogar sus sueños, aquí se cultiva resiliencia, porque incluso tras la lluvia más intensa, siempre llega un nuevo amanecer.