Al 2024 que entra en su fase final se lo puede caracterizar a partir de varios pronósticos fallidos de tipo climático, agronómico y político. Empezó con un Gobierno nuevo que viene sumando algunos logros en lo macroeconómico pero que hasta ahora no da señales de querer modificar el esquema de retenciones, principal reclamo del sector productivo. Continuó con un precio internacional de los granos que amagó a rebotar por la incertidumbre climática pero luego cayó por un largo tobogán. Mientras tanto la chicharrita se hizo famosa a puro daño en la última cosecha de maíz, pero ahora parece estar cediendo protagonismo. Y la Niña, que hace unos meses metía miedo e incertidumbre, parece venir más tímida de lo que se esperaba. Buenas y malas para un sector que pase lo que pase, se sube a los fierros y pone la semilla.
Repasemos. A principios de mayo, cuando estaba en la recta final una cosecha que redondeó las 50 millones de toneladas de soja en 16,4 millones de hectáreas, el valor internacional de la oleaginosa dio un salto de 30 dólares por efecto de las inundaciones registradas en el sur de Brasil y alcanzó los 457 dólares por tonelada. Esa fue la cotización más alta del año, desde entonces, tanto la oleaginosa como el maíz y el trigo se derrumbaron y hoy la soja está 80 dólares por debajo de aquel valor. Los que cerraron ventas importantes durante mayo seguramente estarán redondeando un año positivo.
Pero el protagonismo absoluto en ese entonces lo tenía un pequeño insecto blanco, la chicharrita Dalbulus maidis, que le comió casi 10 millones de toneladas a la cosecha de maíz, que finalmente fue de 50 millones de toneladas al igual que la soja. El golpe fue traumático pero dejó algo bueno: instituciones privadas y públicas se organizaron en tiempo récord para monitorear la evolución de la plaga y coordinar acciones que reduzcan su impacto. Los resultados hasta ahora son positivos, con algo de ayuda de un invierno frío el nivel poblacional parece estar lejos del de la campaña pasada.
El Gobierno nacional mientras tanto tuvo buena sintonía con el campo en general y avanzó en algunos aspectos que le movieron la aguja al negocio, como reducir aranceles para la importación de insumos clave y achicar la brecha cambiaria, pero la quita de retenciones se mantuvo lejos de la agenda y sigue siendo el principal pedido de los productores.
A su vez, en julio la fugaz secretaría de Bioeconomía volvió a ser de Agricultura, Ganadería y Pesca, la moderna visión 360 que traía Fernando Vilella quedó en el olvido y, tras la salida de ese funcionario, las decisiones sobre el sector agroindustrial pasaron a ser una tarea más del Ministro de Economía Luis Caputo.
Así pasó el invierno y comenzó una etapa crucial para el campo. Las lluvias de noviembre superaron las expectativas y garantizaron en la mayoría de las zonas un buen llenado de granos de trigo, buena calidad para quienes refertilizaron lotes y humedad suficiente en los perfiles para un buen arranque de la siembra de granos gruesos.
Qué está pasando en los lotes
Según los últimos relevamientos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la cosecha del cereal ya cubrió casi el 40 por ciento de la superficie cosechable con un rinde promedio de 21 quintales por hectárea, lo que permite estimar una producción total de 18,6 millones de toneladas de trigo, contra las 14 millones de toneladas que se levantaron en la campaña 23/24.
La siembra de soja, por su parte, alcanza ya el 44 por ciento de las 18,6 millones de hectáreas proyectadas a nivel nacional y las últimas lluvias continúan mejorando la condición hídrica de los lotes implantados. La siembra de maíz con destino grano alcanzó el 41,3 por ciento del total estimado para la presente campaña y también arrancaron los planteos tardíos, aunque todavía los productores del centro del país esperan la fecha óptima de siembra para ubicar la floración en el mes de febrero. Y la siembra de girasol se demoró como consecuencia de las lluvias pero ya cubrió casi la totalidad de las dos millones de hectáreas proyectadas.
La gran noticia de esta smeana para todos estos cultivos sembrados y por sembrarse es que al parecer el fenómeno Niña viene retrasado por temperaturas más altas en el Pacífico, y que sería más breve que lo esperado.
Con este panorama, la producción de granos de la campaña 2024/25 podría alcanzar las 128,9 millones de toneladas, un dos por ciento más que en el ciclo anterior. Es un volumen bastante menor al récord de 140 millones de toneladas logrado en la campaña 2018/19, pero no es poco. Dependerá de la habilidad comercial transformarlo en mayor o menor rentabilidad para las empresas y en un aporte vital para la economía nacional. El contexto, como siempre, presenta sus complejidades.
Mercados y rentabilidad
El último informe del año de la consultora Zorraquín y Meneses arroja algunas señales de alerta respecto de los mercados agrícolas y la economía de las empresas. Según advierte, las lluvias en la región imprimen un efecto temporal bajista en el precio de los commodities, y esto hace que la renta de la mayoría de las empresas se encuentre en terreno “neutro o negativo”.
Por su parte Sebastián Gariboldi y Ramiro Costa, economistas de la Bolsa de Cereales porteña, afirman que Brasil proyecta una producción histórica de soja y la segunda mayor de maíz, mientras que Estados Unidos reportó niveles elevados de cosecha en ambos cultivos. “Esto ha ejercido presión sobre los precios internacionales de maíz y soja, que alcanzaron mínimos nominales en cuatro años y, ajustados por inflación, niveles no vistos desde 2006”, remarcan.
En efecto, en el Mercado de Chicago esta semana la soja apenas rondó los 370 dólares por tonelada, el maíz los 174 dólares la tonelada y el trigo los 210.
En este escenario, Zorraquín y Meneses advierten que los derechos de exportación “están erosionando fuertemente la renta esperada”. “Un dólar más débil, con costos en pesos que siguen corriendo con la inflación, está encareciendo los planteos productivos, los gastos de estructura y el pago de dividendos a socios. Rentabilidad al límite, muy atada a los rendimientos productivos que se logren”, destacan, y agregan otro factor a tener presente en el análisis del mercado: “La victoria de Donald Trump sin dudas ha sido el evento más destacado con impacto en el mercado internacional. Sin haber asumido (lo hace el 20 de enero), el mercado comienza a leer lo siguiente: revalorización del dólar, aumento de la tasa de interés de la FED, posible aumento de aranceles en EEUU (ya hubo anuncios para México y Canadá) y el no fomento de biocombustibles. Todo lo anterior en un mercado donde los fundamentals son bajistas, en pleno mercado climático sudamericano. Si de algo podemos estar seguros es que el mercado internacional de granos aumentará su volatilidad, en un contexto de bajos precios y con esos fundamentals que, de mantenerse, tendrán efectos bajistas sobre los precios”.
Desde una perspectiva puramente económica, Gariboldi y Costa estiman que el sector agrícola generaría 30.568 millones de dólares en exportaciones en la campaña 2024/25, 292 millones de dólares más que en el ciclo previo. En términos de recaudación fiscal a través de derechos de exportación, se proyecta que el sector agrícola generaría 7.370 millones de dólares durante el ciclo 2024/25, lo que representa un incremento del 2 por ciento en comparación con el ciclo previo.