En el 2024 se estrenaron por lo menos 12 largometrajes de ficción puertorriqueños y este año promete el mismo número o + (incluyendo coproducciones) según los avances en salas de cine. Como vistazo final al 2024, comento lo que considero tres de los mejores (Las superestrellas de la lucha libre, 23 horas y Bella) y como premonición del 2025, me detengo en la excelente producción de Teatro Breve, Parto.
Las superestrellas de la lucha libre de Eduardo “Transfor” Ortiz, con un elenco diverso y muy talentoso y que estuvo en cartelera por meses en los cines comerciales a través de toda la isla, es un viaje al pasado glorioso de la lucha libre en Puerto Rico durante las décadas de 1980 y principios de 1990. Como anti-fanática de este espectáculo, conozco muy poco de esa época, pero la manera en que presenta el juego interno de los luchadores, la fascinación del público y la creación del espectáculo y de sus héroes, refleja muy bien lo sucedido en ese entonces y los errores, arrepentimientos, fallas y falsedades de las vidas personales de esos personajes que crearon en el cuadrilátero y que tuvo una fanaticada que todavía recuerda cada detalle.
Dos de los mejores filmes del 2024 fueron del mismo director, Bruno Irizarry, ambas producciones son muy distintivas por su género y temática. 23 horas (casi terminada antes del desastre de María y la llegada de la pandemia) es una mezcla de ciencia ficción, tiempos trastocados y preservación del ambiente vs el “gran desarrollo” de la construcción moderna como presenta el grupo Agua, sol y sereno en su obra “Una de cal y otra de arena”. Bella es un drama doméstico de una pareja, ella artista y él productor de teatro, que desean expandir su relación con un hijx. En 23 horas, Manolo, empleado por una compañía que se empeña en construir donde hay yacimientos indígenas, cumple con su trabajo a medias. Su mente siempre está llena de las posibilidades futurísticas según lee y ve en el cine y cuando encuentra un objeto de tiempos precolombinos e imagina (o no) su significado para esa civilización, se sale del encuadre del tiempo presente. Esta anomalía la percibe el aparato administrativo a cargo de mantener todo en su lugar sin que nada ni nadie altere esa estructura. A Lorena, con poca experiencia, pero mucho entusiasmo, se le encomienda penetrar el mundo de Puerto Rico y normalizar lo que Manolo acaba de alterar. Tiene 23 horas para lograrlo, si no…
Bella es un género diferente que Irizarry maneja muy bien sin caer en acercamientos trillados o intentar mezclar lo serio y lo cómico como sucede con tantos otros filmes y teatro nuestros. Toda la trama enfoca en el diario vivir de una pareja que se sabe agraciada por haber encontrado a la pareja perfecta, dedicar sus vidas a la vocación que les hace vibrar y tener el privilegio de vivir en un espacio apartado, hermoso y en contacto con la naturaleza. En este espacio a veces irrumpen visitas de familiares o amistades, pero la mayor parte del tiempo es tiempo compartido entre Marena (Aris Mejías) y Carlos (Ernesto Concepción). Decidir después de un tiempo, con la madurez que trae la experiencia y los logros, tener un hijx, parece lo correcto en esta etapa de sus vidas. Cuando después de un tiempo, esto no parece viable, la decisión de adoptar a un/a bebé que su gestora ha decidido ceder, se convierte en casi una decisión que puede alterar esa paz de familia que habían cultivado.
Y ahora nos llega Parto (directora Vivian Bruckman-Blondet; guionista Lucienne Hernández; cinematógrafo Pablo Ascanio) con cuatro actoras que llenan la pantalla de principio a fin: Isel Rodríguez (Pilar), Lourdes Quiñones (Agnes), Kisha Tikina Burgos (Diana) y Lucienne Hernández (Myrna). Como sucedió en Picando alante (director Israel Lugo, 2022), la comedia se basa en la realidad puertorriqueña donde se destaca nuestra humanidad al enfrentar situaciones difíciles con el humor alentador, burlón y sanador que nos caracteriza, pero, que conste, sin intento de cierre o salvamento. Y, al igual que en Picando, cada unx de lxs actorxs de reparto se luce cuando tiene sus 3, 5, 8 o 10 minutos en escena. René Monclova como Cisero, el esposo/compañero y futuro padre que quiere hacer las cosas diferentes de su 1era vuelta; Luis Gonzaga como Ulyses, el marido de Agnes que nunca ha aprendido a ser adulto; Cristina Soler como Johanna, la madre de Pilar que ahora pretende ser su sostén en esta etapa de su vida; Carola García como la que tiene que convivir con el nuevo rol de su ex ahora transformado; Luz María Rondón como la matriarca que no puede parar de criticar a Myrna para favorecer a los varones de la familia; Jéssica Rodríguez como Chavela, la doula, que se reviste de paciencia cuando tiene que enfrentar—en vez de integrar—las amigas de Pilar al proceso de parir; Villana Santiago como Chispa, la llamada a balancear el cuerpo y la mente y dejar a un lado las ansiedades que cada una trae.
Parto no baja la velocidad de sus acciones, las interrelaciones entre familia (heredada o escogida), los momentos críticos cuando se acerca la fecha de parir, las contracciones que no parecen producir el deseado empuje que tarda tanto, los aparentes choques con precisamente el modo de parir y las ideas malpensadas de cómo hacerlo (¿parto SIN dolor?). Según avanza la trama, nos adentramos a las vidas de estas cuatro amigas—tan distintas y tan iguales—a través de conversaciones, miradas reveladoras (“eye-shit”), críticas entre ellas y auto reflexión. Pero, en ningún momento, es celebratorio y engañoso de lo que es tener una relación sólida y amorosa a través del tiempo, de la franqueza necesaria para poder intercambiar ideas muchas veces incómodas y siempre saber que los momentos difíciles se confrontan mejor con el colectivo que, en este caso, es la amistad de estas cuatro mujeres.