Por ahora una pequeña isla inundada y olvidada de su propia responsabilidad en el asunto, perfectamente ajena a lo que sucede en el mundo. A la que mantienen respirando los que tuvieron que irse. Porque quienes se siguen creyendo dueños solo son cronies, mayordomos; no invierten aquí, no piensan en Honduras y no trabajan por Honduras; se empeñan solamente en sus más mezquinos intereses y conspiraciones.
Mientras que los nuestros quieren inventar las cábalas. En este nuevo tiempo de agoreros deberíamos haber anticipado. Pero más bien somos pasivos espectadores de una película de cine mudo sobre la mafia aldeana, cuyos capos sueñan con ser actores importantes y presiden un desfile electoral de pobres diablos. Subcomandantes convencidos de que son los magos, los indispensables, los providenciales de la historia; olvidados de los poderes reales del entorno y del mundo, con que hay que negociar la sobrevivencia.
El orden mundial que emergió con las NNUU, luego de la Segunda Guerra y se desgastó en la Guerra Fría, al final no merece sostenerse. La globalización de fin de siglo más bien precipitó las catástrofes. Hoy la cuarta revolución, la del conocimiento tampoco puede resolver la conflictividad o el calentamiento global. Las potencias se rehúsan a cumplir.
Para La Mesa
Rodolfo Pastor Fasquelle
EL LIBERTADOR
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Rastreamos una historia a la deriva, cuando antes nos dijeron que caminaba hacia el Progreso y nos ufanábamos de vivir casi un siglo sin guerra mundial. Pero nos acercamos al invierno, al final del año, quizá ¿A un cambio de época? Ni idea de cuál, o cómo será y tampoco creo que nadie más la tenga clara, aunque muchos se dicen expertos y profetas. Solo veo prospectos oscuros, reflejados en un espejo humeante, o en una bola de cristal, rota y astillada, de estafador de carpa, venido a menos. El ángulo de inflexión en la encrucijada enfrente impide ver el horizonte o vislumbrar el rumbo. El futuro, al fin y al cabo, por definición es ignoto, acaso incognoscible. [1] Vivimos ciertamente –nos dice Ismael Moreno— un tiempo incierto.
Como aquel ciclo -no sé si fue J. L. Borges quien dijo haberlo registrado en una antigua tradición del judaísmo- en que Dios da la espalda a la humanidad y se oculta ¿Cansado de un impredecible libre arbitrio? (En el cual –justo- radica la libertad). Y se difumina la anticipación del gran final. Por eso mismo, un reto; porque habrá que construir lo que no podamos adivinar… un tiempo nuevo, un nuevo orden mundial, que debe reemplazar al que se nos deshizo en las manos.
El orden que emergió con las NNUU, luego de la Segunda Guerra y se desgastó en la Guerra Fría, al final no merece sostenerse. La globalización de fin de siglo más bien precipitó las catástrofes. Hoy la cuarta revolución, la del conocimiento tampoco puede resolver la conflictividad o el calentamiento global. (Las potencias se rehúsan a cumplir. China ya alcanzó el nivel de acumulación histórica de emisiones de EUA que, por su lado, se retira de la Corte Penal y del Acuerdo de París. Nadie protege al Amazonas o parece capaz de terminar guerras genocidas). Y están por quedar en ridículo las metas de desarrollo sostenible de 2030. Frustrada la reducción de la pobreza, y aun la eliminación del hambre, en un globo que desperdicia millones de toneladas de alimentos, pero cada día está más sediento.
Sucumbe la justificación ideológica y moral de Occidente: la ética de los derechos humanos, la igualdad de las razas y los géneros, e igualdad de oportunidades, después de satisfechas las necesidades básicas de todos. Porque ya nadie quiere ni hablar de esos romances. ¿Para qué, viejo? Perder el tiempo. Naufraga la idea misma de la democracia. Manipulada con un algoritmo, dirimida ya no en el foro sino en una red social, y en la realidad alternativa del internet, que hipnotiza a una nueva ciudadanía, indefensa ante el fakenews. El ideal del servicio público que se entrega a manos de criminales de guerra, violadores y magnates oportunistas.
Y no es que gire el carrusel, el mundo se desliza vertiginosamente, por un tobogán de nuevas tecnologías y consumos, la inteligencia artificial y la energía verde. Con nuevos actores incipientes como los organismos multilaterales regionales y los BRICS. Pero no parece haber nadie a cargo, un signo zodiacal prevalente o unas potencias estructuradoras. Cuando ya se escuchó el pitazo y está claro que Trump puede precipitar la aventura, desatando los amarres, levando las anclas; aunque no es quien exige el nuevo orden mundial (alega que quiere restaurar el statu quo ante) y no va a definir el signo o el rumbo; solo es el pateador (placekicker) de un juego nuevo; dice Moncada con una metáfora médica, un partero de la historia.
Cuando se desarticula la Unión Europa[2] que cae con cada día que pasa en manos de la derecha nacionalista, la que supuestamente venía de haber sido vencida en la Segunda Guerra; para negociar hoy con Putin. Y los Estados Unidos, por primera vez, en manos del fascismo,[3] según advierte el propio John Kelly, ex Jefe de Gabinete del primer Trump, quien avisa que ¡Usará las fuerzas armadas para deportar a los migrantes (y a los nuevos ciudadanos americanos bajo custodia de ilegales), aunque cuidan a los ancianos, sirven y lavan en los restaurantes, cosechan sus frutos en el campo, construyen y pintan sus casas, ordeñan sus vacas y destapen las cañerías. Que se vayan.
Un mundo en que varias potencias de distinto signo se burlan del orden internacional, incluso del multilateralismo y de la idea del respeto a la ley y las reglas internacionales; y se imponen, cada una según su criterio de la conveniencia nacional y la ley del más fuerte. Olvidados todos de aquellas preocupaciones que ya parecen delirios románticos, de las inequidades entre los países, de las obligaciones mutuas de todos en un mundo en que tenemos que convivir. Aunque -bueno- hay que reconocer que mientras Trump habla de negociar con los más fuertes y, a partir de la fuerza, Xi es el que invoca la visión de un mundo próspero para todos, con un crecimiento compartido en que nadie se quede atrás, y rechaza la idea de que la prosperidad de los unos pueda fincarse en retos existenciales para otros. Mientras los EUA quieren con nostalgia recuperar su grandeza, de espaldas al globo, como si esa grandeza no se construyó justamente sobre un orden mundial multilateral.
Un mundo en que a la par afloran antiguos prejuicios y se generan nuevos. En que ya nadie confía en nadie, y se abisman los nacionalismos, las concepciones hegemónicas, las polarizaciones y las visiones planas de la cultura, los radicalismos ideológico-políticos, extremistas. Y nadie parece ya estar en condiciones de construir confianza o diálogo, comprensión mutua, a saber, de la razón que tiene el punto de vista del otro, ni siquiera entender que otros pueden tener puntos de vista diversos, ¡no digamos otras culturas y valores! Pues, para construir confianza hay que escuchar y entender qué dice otro, ubicado en su particular condición, desde otro punto de vista. Entender la diversidad de las culturas y de interpretaciones de la historia, dice don Carlos Gutiérrez en una Conferencia de la Fundación Ban Ki Moon sobre el futuro, en Seúl, esta semana pasada. Eso está en suspenso.
Como si no fuera evidente que el orden nuevo tiene que diseñarse, como todos los que fueron antes, a partir de las fallas y fracasos del que viene de sucumbir, para resolver las contradicciones insolubles del anterior. Como si al final del día, pudiera ser otra cosa, un orden futuro que solucionara esas contradicciones o como si pudiera erguirse ese nuevo orden sin satisfacer las demandas de todos los actores y constructores. Un mundo para todos que hay que diseñar a partir de las evidencias y realidades del presente, una nueva posibilidad de paz, con el afán de que dure más, sin pretender que vamos a construir la ciudad dorada sobre la colina. Pero tratando de entender más sustancialmente la democracia y los derechos de las naciones, cuando ya es muy tarde para la prepotencia y la manipulación unilateral.
La política exterior hegemónica a la que nos enfrentamos es una estafa, no solo para nosotros y no solo ahora, sino desde hace décadas para todos. Un instrumento de intereses creados que medran en el cuatrerismo bélico de sus ideólogos, mismos que, en el último medio siglo, según recuento, han conspirado para efectuar unos cincuenta cambios de régimen alrededor del mundo. Sucumbirá porque es ilusa, y no entiende que está aislada, como tendría que quedar hoy claro después que la Corte Penal Internacional emitió órdenes para la detención de Netanyahu y Galán, y tendrá que hacer eso luego con sus cómplices. Centroamérica -les digo a mis amigos- es menos importante para los estrategas de Trump de lo que ustedes se imaginan. Honduras bastante menos importante aun; ni siquiera una ficha de cambio, como se dice por ahí, porque tuvimos que poner sobre las tablas, el valor de nuestra posición geoestratégica o las simbólicas presidencias rotatorias de CELAC y SICA. Como dice Sagan, un pálido punto azul remoto, en los confines. ¡Honduras duele!
Por ahora una pequeña isla inundada y olvidada de su propia responsabilidad en el asunto, perfectamente ajena a lo que sucede en el mundo mundial. Una calamidad que da pena ajena. A la que mantienen respirando -por si acaso- los que se tuvieron que ir. Porque quienes se siguen creyendo dueños solo son cronies, mayordomos; no invierten aquí, no piensan en Honduras y no trabajan por Honduras; se empeñan solamente en sus más mezquinos intereses y conspiraciones. Mientras que los nuestros quieren inventar las cábalas. En este nuevo tiempo de agoreros deberíamos haber anticipado… y estarnos preparando; tenemos dos meses. Pero más bien somos pasivos espectadores de una película de cine mudo sobre la mafia aldeana, cuyos capos sueñan con ser actores importantes y presiden un desfile electoral de pobres diablos. Subcomandantes convencidos de que son los magos, los indispensables, los providenciales de la historia; olvidados de los poderes reales del entorno y del mundo, con que hay que negociar la sobrevivencia.
Un circo de sombras. En donde, en vez de dialogar para aliarse, y abordar con madurez las contradicciones, para construir consensos funcionales, con que enfrentar a los intransigentes adentro y afuera… mezquinos políticos y políticas improvisadas se descalifican mutuamente en misas negras de ocultismo apasionado, y se sabotean en estúpidos forcejeos primarios. Se arrebatan las limosnas del Estado, para hacer con ellas proselitismo de barriga y bolsa. Alegan que son los realistas. Y deliran desconectadas, para perpetuarse en el control de estructuras de poder y chambas, sin sentido de responsabilidad, sin estrategia, sin atender a los intereses de los demás, atropellando al que no logran engañar. ¡Suerte pues!
Seúl, 24 de noviembre de 2024
[1] El anhelo de conocer el futuro que debe haberse originado en el mismo momento en que empezaron los homínidos a preocuparse por la vida después de la muerte; data del Paleolítico Medio por lo menos; los chinos de la dinastía Shang usaban para ese fin huesos oraculares y caparazones de tortuga quince siglos antes de nuestra era. Los Mayas habían refinado un sistema para predecir ciclos que se repiten mil años antes de Cristo. Pero ese arte ha progresado poco. Un estudio reciente, revisa las predicciones de los expertos publicadas en las últimas cinco décadas y descubre, según leo en el N.Y. Times, que las predicciones de los llamados expertos solo acertaron al azar, muy pocas veces e imperfectamente.
[2] Trae una gran confusión la vieja Europa, con ser a la vez OTAN que se desborda (y ¿quiere ahora invitar a Corea y Japón?), pero sigue subordinada a la hegemonía, por cuya presión debe confrontarse con China, comprometerse a defender a Netanyahu y atropellar a socios potenciales. Pero hoy parece reaccionar bajo amenaza.
[3] Ha habido intentos desde los años 30s, y siempre justificados en el rechazo a la instrumentalización de la nación para el beneficio de unos pocos industriales y financistas. En algunos Estados triunfó histórica e intermitentemente esa derecha, pero es la primera vez que un fascismo se toma el poder federal y la gubernaturas y cuenta con el legislativo y la corte.