El ejercicio del fraude electoral del 28J ha obligado a los más conspicuos aliados internacionales del chavismo a replantearse su relación formal y material con el régimen chavista.
Humberto González Briceño
La forma tan burda y grotesca mediante la cual el chavismo se ha robado las elecciones ha degradado ese evento al nivel de una basura incomible incluso para aliados importantes tales como Luiz Inacio Lula da Silva de Brasil y Gustavo Petro de Colombia.
En ambos casos estos presidentes, otrora defensores internacionales del régimen chavista, hoy muestran asco, vergüenza y pudor frente al robo de las elecciones en Venezuela y de muchas maneras evitan ser asociados con esa felonía. No es que Lula y Petro estén genuinamente interesados en apoyar un cambio político en Venezuela es que su cercanía con el régimen chavista es percibida como aberrante por sus respectivos electores y le plantea a ambos presidentes una inminente pérdida de votos en futuros comicios electorales.
Petro lucha desesperadamente para dar una imagen de autonomía y criterio propio frente a sus electores, sin lograrlo, al tiempo que parece ceder ante el chantaje del régimen chavista que amenaza con dinamitar las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y grupos guerrilleros, en las cuales el chavismo actúa como un extraño y sospechoso mediador.
La situación de Lula es diferente y su posición parece el resultado de un progresivo acto de pivote político que comenzó hace unos años con la formalización de pactos militares entre Brasil y Guyana, país que intenta arrebatarle a Venezuela el territorio Esequibo. Durante todo este tiempo Brasil venía actuando simultáneamente como aliado militar de Guyana y aliado político del régimen chavista.
Aunque esto nunca fue percibido como una contradicción por el chavismo, Brasil emprendió un progresivo y casi imperceptible alejamiento del chavismo hasta alcanzar su punto culminante con el no reconocimiento del triunfo de Nicolás Maduro el 28J tal como habría esperado el chavismo de uno de sus más firmes aliados en el pasado.
Pero Brasil con Lula no se ha conformado con asumir una actitud beligerante a la hora de no reconocer a Maduro como ganador y exigir la publicación de las actas con los resultados electorales desglosados por mesa de votación. Brasil ha ido mucho más lejos. Ahora Brasil ha confirmado oficialmente que no aprobará la solicitud de ingreso de Venezuela al grupo de los BRICS como ansiosamente esperaba el régimen chavista.
Y para un régimen que esperaba beneficiarse económicamente de esta alianza para mitigar el desastre económico en el que está sumida Venezuela esto es sin duda una importante derrota que limitará severamente su acceso a recursos financieros afectando sensiblemente su operatividad interna.
El miedo que no sintió el chavismo el 28 de julio es el que invadió a sus principales operadores cuando incrédulos se enteraron de la nueva posición de Brasil frente a Venezuela en relación a su ingreso a los BRICS. La membresía en este grupo es el resultado de negociaciones que en forma consensual terminan en una invitación formal a unirse al grupo. Ya el año pasado cuando India habría objetado el ingreso de Venezuela, otros miembros tales como Rusia, China y Brasil intercedieron en favor de Venezuela.
Hoy ese cuadro ha cambiado y Brasil se suma a la tesis de impedir que el fascismo chavista del siglo XXI ingrese a los BRICS. Un duro golpe para un régimen que necesita en forma desesperada recursos para mantener la utilitaria lealtad de sus fuerzas militares. Aun habría que esperar el desarrollo de las sesiones de los BRICS en los próximos días y ver si Rusia y China ceden ante la postura de Brasil o si por el contrario en defensa de sus intereses geopolíticos insisten en favorecer al chavismo.- @humbertotweets
EL AUTOR es abogado y analista político, con maestría en Negociación y Conflicto en California State University.