Diputados nacionalistas y liberales se reunieron en la iglesia del pastor Evelio Reyes, con la finalidad de anular la recientemente creada Comisión Permanente. El hecho fue calificado por el abogado y analista político David Díaz como un “proceder ilegal e inconstitucional que revela la obediencia de ciertos legisladores a intereses ajenos al pueblo”.
Redacción Central / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. La reciente reunión de un grupo de diputados del bipartidismo (Partidos Liberal y Nacional) en la iglesia del pastor Evelio Reyes sigue generando controversia por su carácter irregular y las implicaciones políticas que representa, sobre todo al intentar anular la aprobación de la Comisión Permanente.
Previamente, los congresistas se habían autoconvocado a una sesión en las afueras del Legislativo con la intención de extender el periodo de sesiones que culminó el pasado 31 de octubre; sin embargo, finalmente se nombró la Comisión Permanente quien ya está ejerciendo sus funciones constitucionales.
El abogado y analista político David Díaz calificó lo hecho por este grupos de congresistas como una muestra de la “sumisión histórica” de este sector de congresistas a los intereses de la clase dominante, y advirtió que la autoconvocatoria realizada por esos legisladores es “completamente ilegal y contraria a la Constitución”.
“Lo que ocurre dentro del Congreso no puede entenderse sin reconocer que existe una élite económica que busca mantener bajo su dominio a la mayoría trabajadora del país”, expresó Díaz.
A su juicio, el episodio en la iglesia de Reyes simboliza la manera en que “una élite insignificante mantiene adormecida y oprimida a la mayoría”, valiéndose de estructuras como los medios de comunicación, la educación, la religión y las propias instituciones públicas.
Y, ante esta crisis legislativa, el analista sostiene que responde a la pérdida de poder de esos grupos tradicionales: “En este gobierno, las Fuerzas Armadas, algunas iglesias y ciertos medios ya no responden totalmente a la clase opresora, y eso ha provocado que quienes antes mandaban recurran al boicot político”, explicó.
De acuerdo con su análisis, la parálisis del Congreso comenzó cuando diputados de las bancadas tradicionales “decidieron ausentarse deliberadamente” de las sesiones para obstaculizar leyes de interés social como la aprobación de créditos integrados en el Presupuesto General de la República.
Lo anterior, explicado desde la presidencia del Congreso, responde a un “boicot político” que busca mantener paralizado el Poder Legislativo e impedir la aprobación de proyectos esenciales incluidos en el Presupuesto General.
El abogado recordó que la Constitución establece con claridad el período ordinario de sesiones del Congreso Nacional citando el artículo 189 constitucional, que dispone que el Legislativo se reunirá desde el 25 de enero y clausurará el 31 de octubre de cada año, y el artículo 207, que ordena la conformación de una Comisión Permanente durante el receso legislativo.
“Todo se hizo conforme a la ley. La Junta Directiva cumplió su obligación antes del cierre de sesiones; por tanto, cualquier autoconvocatoria posterior carece de legalidad”, subrayó.
Díaz señaló que los diputados ausentes, al verse desplazados por la instalación de la Comisión Permanente, “pretenden ahora recuperar protagonismo recurriendo a maniobras políticas, incluso violando la Constitución”.
En ese contexto, cuestionó la participación del líder religioso Evelio Reyes, quien facilitó el templo evangélico para que los diputados se reunieran. “Eso vulnera el principio de laicidad del Estado hondureño, instaurado por Francisco Morazán, y evidencia la alianza entre poder político y religioso”, afirmó.
El analista describió al pastor como una figura “nefasta” y lo comparó con “un Caifás moderno que presta el altar a los intereses de la burguesía capitalista”. Añadió que la presencia de medios “tarifados” en esa reunión refleja el papel que desempeñan algunos sectores de comunicación en la defensa del viejo orden económico.
Para Díaz, la escena de los diputados reunidos en un templo religioso “resume la desconexión con la voluntad popular” y la resistencia de los grupos tradicionales a perder control sobre el Estado.