Martes, 19 de noviembre 2024, 10:04
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Un total de 11.871 kilómetros es la distancia que separa Bakú (Azerbaiyán) de Río de Janeiro (Brasil). Unas siete horas de diferencia horaria que hicieron que este martes, los negociadores y acreditados en la COP29 se tomaran el primer café del día con el comunicado del G20 sobre la mesa y no lo ha amargado, sino que ha insuflado, al menos hasta que se vuelvan a encerrar en las salas de negociación, el ánimo en los alrededores del Estadio Olímpico de Bakú.
Antes de sentarse a la mesa, los máximos mandatarios de los 20 países más poderosos del planeta recibieron un mensaje claro y directo. «Recién llegó de Bakú», les recordó Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas. El dirigente portugués abandonó Azerbaiyán con una cumbre climática paralizada. «Aún es posible conseguir un buen resultado para la COP29, pero requiere liderazgo y compromiso expreso de los países del G20», instó Guterres en su discurso y parecen, al menos en la declaración final de Río, haber recogido el guante.
En 22 páginas y 85 puntos, el G20, con sonoras ausencias como Rusia, Arabia Saudi o India, ha abierto un rayo de esperanza entre los más escépticos en Azerbaiyán. «Se trata de una señal positiva del G20, que a pesar de sus diferencias ha reafirmado su apoyo a un acuerdo que se alcanzará en la COP29», celebró Jasper Inventor, jefe de la delegación de Greenpeace en Bakú.
El texto salido de la cumbre de Brasil incorpora varias claves climáticas que han despertado la ilusión de lograr un acuerdo satisfactorio en la cita sobre el clima en las orillas del mar Caspio. «Las y los líderes del G20 han enviado un mensaje claro a sus negociadores en la COP29: no se vayan de Bakú sin un nuevo objetivo de financiación exitoso. Esto es claramente del interés de todos los países», celebró Simon Still, secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC).
En concreto, ese mensaje claro se pone blanco sobre negro en el artículo 43, donde los líderes del G20 subrayan la necesidad de una mayor colaboración y apoyo internacionales, «en particular con miras a aumentar la financiación y la inversión climáticas públicas y privadas para los países en desarrollo». Además, reiteran la necesidad de aumentar de forma rápida y sustancial la financiación climática de miles de millones a billones de todas las fuentes. «Es alentador ver que los países del G20 reconocían que la financiación climática debe ser en billones, no en miles de millones», destacó la responsable de incidencia política global de Christian Aid, Mariana Paoli.
Tras ocho jornadas de encuentros y debates, las 198 partes que conforman la CMNUCC aún no se han puesto de acuerdo en dar una cifra total para llenar la hucha climática para los próximos años. Los países más afectados por los efectos del cambio climático exigen 1,3 trillones de dólares estadounidenses, aunque la cifra «debería superar los 2 trillones» para los economistas del Grupo de Expertos Independientes de Alto Nivel sobre Financiamiento Climático. «La realidad es que nunca jamás habrá suficiente dinero público, provenga de donde provenga», advirtió el lunes Wopke Hoekstra, comisario europeo de Acción Climática.
¿Y los combustibles fósiles?
Las letras sobre la financiación climática es la parte más aplaudida en Bakú por los activistas climáticos, pero también echan en falta una posición más clara sobre el otro punto de batalla en las negociaciones de la COP29: el fin de los combustibles fósiles. «No han reiterado el compromiso mundial contraído el año pasado de acelerar la transición para abandonar los combustibles fósiles», recordó Catherine Abreu, directora del International Climate and Politics Hub.
En Dubái, hace poco más de un año, el texto final de la cumbre se cerró con una mención a una transición hacia el abandono del carbón, del gas y del petróleo. Un hito tras 30 años de presiones, desencuentros, debates y negociaciones. Se consiguió introducir esa fórmula que contentó a todos y se hizo a pesar de las presiones de países petroleros como Arabia Saudí. Ahora en Bakú, este estado del Golfo Pérsico trabaja entre bambalinas en hacer caer esa fórmula.
Aunque el término «transición hacia el abandono de los combustibles fósiles» no aparece en las 22 páginas del comunicado del G-20, el texto sí hace referencia al balance mundial acordado en Dubái: «Acogemos con satisfacción y respaldamos plenamente el ambicioso y equilibrado resultado de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Dubái (COP28), en particular el Consenso de los EAU y su primer Balance Global del Acuerdo de París (GST-1)».
La ausencia de mención explícita ha activado nuevamente los temores de los escépticos en Bakú. «A pesar de enviar señales positivas sobre la transición energética y la necesidad de aumentar las energías renovables y mejorar la eficiencia energética, es lamentable que el G-20 no haya reiterado el compromiso de alejarse de los combustibles fósiles, que todos los países acordaron en la COP28 de Dubái», alertó Ani Dasgupta, directora ejecutiva del Instituto de Recursos Mundiales (WRI).
Por último, el G-20 pidió a los casi 200 países que están en las negociaciones climáticas presenten sus nuevos planes de recorte de emisiones, y que estos sean para toda sus economías, que abarquen todos los gases y sectores.