Mario Sarabia es un artista boliviano que con, arcilla y fuego, da vida a la cerámica, permitiendo que el alma andina se manifieste en su plenitud.
El artista nació en La Paz en 1953 y vivió en esta ciudad hasta sus 7 años. Sus padres fueron René Sarabia, contador, y Lourdes Sardón, diplomática. Cuando se separaron, Mario se fue a los Estados Unidos con su madre, donde vivió hasta los 29 años.
Mario se considera ceramista. Recibió del gobierno boliviano el título de Maestro de las Artes. Estudio museología en los Estados Unidos.
Estuvo en Nueva York, en el museo de Historia Natural y en Miami en el Museo de Ciencias, donde se presentó un curso de cerámica, que lo tomó. Esta disciplina le fascinó.
Hace 40 años retornó a su país, en un viaje de romance con la naturaleza y la historia. Vino de vacaciones y tuvo que tomar una decisión arriesgada: quedarse en Bolivia, escuchando el llamado de los espíritus andinos, según recuerda.
En sus caminatas por las laderas paceñas llegó al Valle de la Luna, donde encontró arcilla. En un medio hostil para el arte, como es nuestro país, decide dedicarse a la cerámica, retomando una práctica ancestral.
Mario nos recuerda que sociedades como la quechua o aymara tenían en la cerámica y los telares su mayor expresión cultural y religiosa.
Recordemos que la cerámica fue la expresión artístico-religiosa de la época prehispánica que, en la época colonial fue eliminada para facilitar la inclusión del dios cristiano
La forma de expresión de los andinos precoloniales estaba presente en trabajos en cerámica, telares y labrado en piedra, que se perdieron. Mientras, las artes europeas -que trajeron los españoles a esta región del mundo- fueron las pictóricas. Podemos apreciar, en templos y museos, 400 años de pintura colonial sobre la religión católica.
Ahora, Mario Sarabia, más conocido en el exterior que en su país, tiene su casa al comenzar el barrio de Mallasa –donde tiene su taller de trabajo y ambientes para la exposición de sus obras- muy cerca del Valle de la Luna, lo que facilita que el turista que llega a visitar estas formaciones naturales de arcilla, termine viendo el variado y excelente trabajo artístico en cerámica
“La cerámica que hago muestra a la Bolivia de hoy, no la del pasado. Es una mezcla de culturas y sentimientos. Mi obra expresa al boliviano actual que tiene barba, que habla español, que vive en los andes y siente la fuerza indígena. Por eso encontrarán en mi obra imágenes de llamas en diversos escenarios, y al toro. Estos son los animales que representan los valores nativos y españoles, en una sinergia que se refleja en la cultura nacional, fruto de la combinación de dos culturas que empezaron enfrentadas y ahora conviven”
Las llamas, el tema recurrente del Mario en sus cerámicas, es el animal andino que estuvo en la región antes que los humanos; es su territorio. “Por eso, en mis cerámicas no describo a ningún grupo étnico, sino su territorio”. Él busca que se entienda a quien tiene barba y habla español, pero tiene un sentimiento aymara.
La cerámica, para su cocción, necesita de fuego alto, de unos 1.200 grados centígrados. Estas temperaturas no pueden obtenerse a la altura en que está La Paz, donde apenas puede llegar a unos 800 grados -por la falta de oxígeno- que no sirve para los trabajos de esmaltes (vidrio).
Para vencer estos límites, Mario recurrió a la ciencia. Tiene cuatro hornos eléctricos, cuya radiación puede darle la temperatura necesaria. Con este cocido, sus obras se mantendrán por los próximos 15 mil años, contando cómo era La Paz en los años 2000.
En su lenguaje universal, las piezas de cerámica expuestas en la galería instalada en su casa, traspasa las fronteras y llevan, allende, la visión andina de un boliviano.
En estos 40 años de trabajo con cerámica, recuerda Mario Sarabia, acumuló anécdotas, amistades, momentos emotivos y grandes recuerdos, todos ellos muy satisfactorios.