Editorial
Esta gresca, indigna de la representación ciudadana, frena la discusión de asuntos trascendentales y solo exhibe mezquindad y gazuza.
Resulta llamativo cómo entes de justicia corren para entrometerse en reyertas de diputados, con lo cual sus brújulas terminan confirmando un polo de conveniencias y pactos, pero son ambivalentes e incluso lerdos para defender con similar celeridad los intereses de la ciudadanía, del erario y del Estado. En el Congreso existe en este momento una especie de circo de tres pistas, con sendas disputas de poder, botines dinerarios y pugnas de intereses, entre los cuales no está —obviamente— el bien común ni la eficiencia institucional.
En la primera pista está la bancada del partido Voluntad, Oportunidad y Solidaridad (VOS), en la cual tres legisladores intentaron expulsar a Karina Paz, integrante de su bloque y de la actual directiva. Al declararla independiente, en teoría no podría desempeñar el cargo de primera secretaria. Tras una acalorada reunión, que terminó en riña, los diputados aludidos —Jairo Flores, Orlando Blanco y José Chic— fueron expulsados por el secretario general de dicho partido, y la junta directiva del Congreso los declaró independientes; pero más tardó este primer capítulo de novela negra que una sala judicial en otorgarles un amparo provisional para ser restituidos en la bancada.
En la segunda pista hay un espectáculo de equilibrismo en cuerda floja: 23 congresistas del partido Movimiento Semilla anunciaron, el 24 de enero, que volvían a ser bancada tras ser aceptada la moción interpuesta en diciembre. No pudieron integrar directiva ni presidir comisiones en 2024, debido a la suspensión y posterior cancelación ordenadas por el juez Fredy Orellana sin que mediaran debate ni derrota judicial. El Tribunal Supremo Electoral había levantado, el 15 de enero, la suspensión de dicho partido, pero existen objeciones a que se reintegre y dirija salas legislativas.
En tal funambulismo sectario, los oficialistas atraviesan la cuerda floja con una vara de equilibrio, de la cual cuelga, de un lado, la exigencia sostenida del Ministerio Público para que sea cancelado y las acciones judiciales en esa vía; del otro está el actual presidente del Congreso, Nery Ramos, y algunos integrantes de la directiva, que avalaron la reintegración de la bancada, ya sea por acuerdos previos, por simple procedimiento o conveniencia.
En una tercera pista hay contorsiones de otros rivales que atacan al presidente del Legislativo y lo señalan de favoritismo en el pancracio de VOS; algunos, como Allan Rodríguez, de Vamos, se rasgan las vestiduras al reprochar métodos impropios, pero él mismo cometió arbitrariedades de procedimiento cuando fue presidente de dicho organismo.
Algo llamativo: no se ponen de acuerdo para abordar una agenda seria de leyes urgentes y reglamentos pendientes, pero todos juntos saben hacer mutis al momento de abordar el abusivo aumento que se recetaron el 30 de noviembre último, con nocturnidad y obvia premeditación. La Corte de Constitucionalidad falló a medias a ese respecto. Frenó el plan de indemnización para diputados, inaplicable y abyecto por tratarse de cargos cuya duración se conoce de antemano; sin embargo, el máximo tribunal dejó el aumento como un punto pendiente de confirmar o rechazar en el pleno. Allí sí nadie reclama ni pelea, ni siquiera aquellos congresistas que se fingen impolutos o aquellos que otrora protestaban contra la corrupción, incluidos los oficialistas.
Esta gresca, indigna de la representación ciudadana, frena la discusión de asuntos trascendentales y solo exhibe mezquindad y gazuza. Se exhorta a los congresistas a actuar con la madurez que ofrecieron en campaña, aunque ya se sabe de qué están hechos.