Bajo el COVID hubo una campaña de censura histórica. Una de las razones por las que gana Trump es porque prometió eliminarla (spoiler alert: la va a maquillar, no eliminar). Todes estuvimos de acuerdo porque “había que hacer algo” y porque confiamos profundamente en las acciones autoritarias del gobierno estadounidense, con tal de que no fuese el del Bad Hombre Trump.
En esta campaña de censura, una de las propuestas principales —que afortunadamente no llegaron a término— fue un “Disinformation Board” orwelliano, compuesto por “disinformation specialists” o censores que teóricamente iban a estar encargados de escoger cuál es la verdad y qué tipo de información los adultos deben consumir. Esto es de un autoritarismo horrendo. Parece sacado de película de ciencia ficción distópica, pero la vasta mayoría de los burgueses liberales de “izquierda” que conozco lo asumieron como una tabla de salvación y al día de hoy adelantan este tipo de censura “con tal de detener a Elon Musk” o alguna mierda por el estilo.
Desde malas palabras racistas a misgenderings, desde “desinformación rusa” (como que los ucranianos están cogiendo una paliza hace más de un año o que la degeneración cognitiva de Biden era evidente) hasta “desinformación médica” (como que eran innecesarias las vacunas de Covid obligatorias para niños o que Covid escapó de un laboratorio bajo la supervisión de Fauci), nuestra respuesta acéfala fue “sí, que se censure el Internet para poder luchar contra el fascismo”. Yo veo un caminito (un treadmill) entre unas y otras (entre las desagradables expresiones anti-fóbicas hasta las relacionadas con guerra y salud pública), pero como los izquierdistas (y los burgueses liberales que “se identifican” con la izquierda) son razonables hasta cierto punto, propongo una distinción entre el primer y el segundo par.
Hoy día existe muy poca duda de que COVID escapó de un laboratorio en el que, bajo Fauci (a quien Biden perdonó de cualquier crimen que “haya” cometido), se experimentaba con modificaciones genéticas (gain of function) de coronavirus; hubo una filtración accidental, lo que equivale a un acto épico de negligencia criminal. Señalar esto era 100% una teoría de conspiración censurable y objeto de burla hace 3 años; de más está decir que el evento desencadenó una pandemia que descabronó varios sistemas sociales (el educativo, por ejemplo), que empobreció a la población y que se llevó enredadas varias vidas.
El NYT reporta que ahora hasta la CIA asume la explicación “conspiranoica” como cierta, sumándose al FBI y al Departamento de Energía. Lo mismo sucede con el desastre de Ucrania, que tantas banderitas americanas puso a ondear entre mis amigos más pitiyanquis y morones. Me ahorro describir la situación militar y social de ese país porque ya lo he hecho varias veces.
Entonces, entra Trump en el panorama, con una victoria avasalladora que le entrega la clase trabajadora, incluidos la mitad de los hombres latinos y un cuarto de los afroestadounidenses. Una de sus promesas de campaña fue liberar el Internet de la campaña de censura y totalitarismo (que Chomsky catalogó como “inédita” y peor que la que se vivió en la Unión Soviética). Claras patrañas de parte de la Bestia: Trump promete respetar la Libertad de Expresión, pero también deportar estudiantes que protesten contra la limpieza étnica de Palestina; promete combatir la censura, pero controlar autoritariamente lo que se enseñe en un salón de clases universitario y cerrar programas académicos woke o que sencillamente no le gusten. Propone también controlar lo que los consumidores compren: ¿alguien desea un carro eléctrico? Pues Trump dice que no te lo puedes comprar porque no le gustan. La clase media está on board en parte por culpa de la sarta de morones de la mal llamada izquierda (liberales burgueses con bachillerato, gay-friendly y proaborto) que llevan los últimos años rogando por que se formalice el estado autoritario y censor, que venga como un padre supermasculino a explicarnos qué información debemos consumir y cuál no. Pues ahora hay que bregar con la Bestia y sus salvajadas. ¿Qué propone la izquierda? Momentitos Kodak como el de la obispa “dejándosela caer” a Trump y “diciéndole dos o tres”, siempre delante de las cámaras y siempre provocando un pequeño sentimiento de catarsis en la clase burguesa y la intelectualidad, maniatada en esta ocasión como en otras, pero “en pie de lucha” contra “les fascistes”.