En lo que va de este siglo veintiuno, Puerto Rico ha establecido un nuevo récord electoral para los gobiernos del anquilosado bipartidismo PNP-PPD.
Desde el año 2000 hacia acá, ninguno de los electos al cargo de Gobernador o Gobernadora ha sido reelecto a un segundo término y tal parece que ese será el resultado también de la actual gobernadora Jenniffer González Colón quien, salvo que ocurra un milagro o un golpe de suerte de esos que pasan de mil en ciento en la política, debe estar hoy presagiando el virtual fin de su fugaz gobierno que fue, desde antes de su comienzo, la «crónica de un fracaso anunciado».
Antes que ella, se quedaron sin respaldo suficiente para revalidar Sila Calderón Serra, Aníbal Acevedo Vilá, Luis Fortuño Burset, Alejandro García Padilla y Pedro Pierluisi Urrutia. Sila Calderón renunció a la reelección antes de sufrir una derrota que parecía segura. Los demás fueron aplastados por los votantes, uno tras otro, en su segundo intento a la gobernación. Hacemos excepción del caso singular de Ricardo Rosselló Nevares, quien venció a García Padilla en las elecciones del 2016, sólo para ser obligado a renunciar al cargo en 2019, bajo la brutal presión de más de un millón de puertorriqueños y puertorriqueñas de todas las tendencias políticas que tomaron las calles de Puerto Rico en protesta contra su gobierno que convirtió la burla y el desprecio a los demás en política pública. A Rosselló, hijo le sucedió en el cargo la entonces Secretaria de Estado, Wanda Vázquez Garced, quien bajo cuerda- y en medio de una feroz pandemia- mostró su ambición y sus verdaderos colores y terminó manchada y destruida por la corrupción antes de que concluyera su mandato de tan solo 18 meses .
Su sucesor Pedro Pierluisi tampoco pasó la prueba del pueblo. Cayó frente a Jenniffer González en una primaria interna que dividió en dos al Partido Nuevo Progresista ( PNP), demostrándole a Pierluisi un masivo repudio por parte de los mismos que cuatro años antes lo habían elevado al cargo. Jenniffer González ganó la gobernación en noviembre de 2024 con su partido dividido, y hoy esa brecha sigue abriéndose irremediablemente. A solo un año de su mandato, González dirige un gobierno que se hunde bajo el peso de una opinión pública y un electorado que se sienten cada vez más burlados y frustrados por la gobernanza errática, inefectiva y corrupta de este gobierno, así como de los sucesivos gobiernos anteriores del bipartidismo PNP-PPD de las últimas dos décadas y media.
¿Qué ha pasado en Puerto Rico y en sus gobiernos durante los 25 años transcurridos de este siglo veintiuno? Ha pasado que la relación de subordinación colonial de Puerto Rico a Estados Unidos ha caído en una crisis profunda, de la misma manera que han hecho crisis la gobernanza, las finanzas y las instituciones públicas en nuestro país.
En la sede del poder colonial en Washington se tiene claro que las decisiones sobre Puerto Rico están subordinadas a los intereses y prioridades del capital y los gobiernos de Estados Unidos.
Contrario a lo ocurrido en los primeros 60 años desde la invasión militar del 1898, en este momento Puerto Rico ha perdido importancia estratégica e interés para Estados Unidos. El imperio estadounidense de hoy no es el mismo del siglo veinte, ni emplea las mismas tácticas ni técnicas ni amenazas – ni se rige tampoco por las mismas reglas- para ejercer su dominio en el mundo.
Mientras acá, en los gobiernos del bipartidismo PNP-PPD se multiplicaban los esquemas de corrupción con dinero público, el clientelismo político crecía en las agencias y corporaciones públicas, se sustituyó la planificación y el desarrollo económico por una creciente dependencia de fondos y ayudas del gobierno de Estados Unidos, y el endeudamiento del gobierno de Puerto Rico aumentó a niveles impagables, los respectivos gobiernos de Estados Unidos se hicieron de la vista larga y en actitud displicente, incumplieron con su deber de fiducia con las finanzas de uno de sus territorios. Mientras, las firmas de bonos y corretaje de Estados Unidos hacían de las suyas con los bonos de Puerto Rico, y ya sonaba la alarma de la degradación de la tasa crediticia de Puerto Rico por parte de las casas acreditadoras.
No fue hasta 2016 que todo en Puerto Rico se desplomó y el resto es historia. Al final del camino, prevaleció la más descarada impunidad de todos y todas los causantes de la debacle de Puerto Rico, principalmente de los bonistas buitres americanos, que siguieron comprando deuda aún sabiendo que Puerto Rico no podría pagarla.
En ese escenario se aprobó la Ley PROMESA del Congreso, se nombró la Junta de Control Fiscal y se condujo el proceso de reestructuración de la deuda de Puerto Rico en el Tribunal de Título III de PROMESA. También eso trajo un nuevo cambio en las reglas del juego de la relación colonial y ahora son PROMESA y la Junta de Control Fiscal quienes prevalecen sobre el gobierno de Puerto Rico, con sus políticas de privatización y austeridad que empobrecen y limitan las oportunidades de nuestro pueblo.
Derrumbados los esquemas ideológicos tradicionales del bipartidismo PNP-PPD, el ELA culminado o la Estadidad federada- ambos rechazados de plano en Estados Unidos- dichos gobiernos se han dedicado a administrar mal una colonia que cada vez es menos productiva, importante y relevante dentro del esquema estratégico de la metrópolis colonial.
Los más recientes gobiernos del bipartidismo en Puerto Rico- todos del PNP- se cuentan entre los más inefectivos e inoperantes en la historia colonial de 127 años entre Puerto Rico y Estados Unidos. En la pasada contienda electoral de 2024, por primera vez tomó auge una alternativa distinta a las del bipartidismo PNP-PPD. La Alianza (entre el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana) logró quebrar el monopolio informativo de los medios corporativos y levantar una gran base de seguidores y votantes frustrados con el estado de cosas en nuestro país. Sus propuestas sensatas, realizables y novedosas intentaron promover una nueva forma de gobernanza- creativa y vigorosa- dentro del recortado marco de la colonia. La Alianza hizo un esfuerzo extraordinario, y sus resultados fueron sobresalientes. Su candidato a la gobernación quedó en segundo lugar en 12 municipios de Puerto Rico, muy notablemente en los cinco precintos de su Capital, San Juan. La campaña de La Alianza demostró el camino para crear, planificar, y desarrollar iniciativas económicas y sociales de impacto masivo y positivo en áreas esenciales como la educación, la salud, la vivienda y la seguridad pública, entre otros.
Lamentablemente para Puerto Rico, ese esfuerzo fue derrotado por la más feroz campaña de miedo y mentiras que se ha utilizado en elecciones generales en Puerto Rico en los últimos años. El resultado está a la vista. Prevaleció la candidata de las promesas huecas, de las mentiras, del discurso fácil, de soluciones que dependen principalmente de fondos del gobierno federal que ahora han fallado en materializarse. Nuestro pueblo, sobre todo sus sectores más alertas, deben aprender y responder a esta gran lección para actuar y en un futuro cercano derrotar al bipartidismo corrupto, fallido y dependiente de la metrópolis colonial que ha hundido a Puerto Rico.
Una cosa es ganar una elección.Otra muy distinta es querer y saber gobernar para todo un país, especialmente para quienes más necesitan y dependen de una buena gobernanza. Que en 2028 no se nos olvide.
