“El cubano, cuando no llega, se pasa”. Una frase que se repite cuando de cubanos, carencias o excesos se trata y que aplica también al tratamiento abusivo e incorrecto de la historia, en los más diversos escenarios y circunstancias. Se ha dicho y con razón que se deben promocionar contenidos de temática histórica en los medios masivos de comunicación, como vía para fomentar el conocimiento, la identidad y el patriotismo, pero esa idea certera no aplica a todos los espacios, de ahí que a veces suene forzado.
Los ejemplos sobran, desde un programas deportivo como A todo motor, o en Teleavances, cuando sus conductores inician hablando por varios minutos de sus experiencias en Angola o informan fríamente sobre efemérides de la semana, respectivamente, sin que en ninguno de los dos casos tengan algo que ver con lo que las personas a esa hora esperan y desean ver.
Súmense a eso las múltiples equivocaciones al hablar de fechas, o de cuando se promueve la vida y obra de una figura histórica y se coloca en pantalla la foto de otra.
En la comisión de Comunicación de la Historia, en el marco de la recién finalizada Asamblea General de Asociados de la Unión de Historiadores de Cuba, se plantearon con fuerza estas preocupaciones a directivos nacionales de Radio y Televisión. Si existen -como allí informaron- más de 50 programas dedicados a la historia en la televisión cubana, ¿qué necesidad hay entonces de forzar su tratamiento sin argumento alguno en otros espacios?
No estamos en Artemisa exentos de errores. Aunque en prensa impresa, radio y televisión no son una regularidad, existen, como también padecemos con esos actos conmemorativos donde el orador lee mal las palabras centrales, o de matutinos especiales donde predomina el formalismo, con lecturas de efemérides que nada dicen, nadie conoce y tampoco se argumentan con la mínima suficiencia.
Aquí proliferan por doquier pancartas desatinadas y de mal gusto estético, sitiales históricos para el olvido, murales disfrazados con hojas amarillentas y ancestrales de la prensa nacional o provincial, fotos o pinturas de mártires con imágenes distorsionadas e irreconocibles, por solo citar algunos.
Recuerdo de hace unos años la queja del hermano de un moncadista artemiseño, alegando que la pintura que hicieron de su hermano parecía más un ultraje que un homenaje.
Y qué decir del empleo indebido de los símbolos patrios. Ese es también pasto fácil y una de las aristas más visibles del uso abusivo e incorrecto de la historia. Es una clara y dolorosa evidencia del desconocimiento de la Ley de Símbolos Patrios, aprobada en 2019.
Se ha convertido en cliché de mal gusto que la bandera cubana esté presente en todos los lugares y momentos donde se realiza algún tipo de actividad patriótica, laboral, deportiva o cultural. Incontables son las ocasiones en que se coloca la enseña nacional en cualquier soporte, dentro o fuera de un establecimiento o se enarbola una bandera rota, colgada de forma incorrecta en dependencia de si son días normales o de duelo. Se le deja a la intemperie, bajo lluvia, sol, sereno, más allá del horario establecido.
Del escudo nacional digo lo mismo. Los encontramos por ahí rotos y descoloridos. La forma en que se interpreta el Himno Nacional, merece una página aparte. Todavía hay instituciones educativas en que se obliga a los alumnos a repetirlo, como castigo por la mala interpretación, lo cual crea más rechazo que identificación con su letra.
En la mayoría de las ocasiones, el llamado de atención para que se rectifique el error encuentra oídos sordos en los responsables. Bien lo puede decir el teniente coronel de la reserva Herminio García Salazar, que debe ser hoy mismo el artemiseño que más se preocupa y ocupa porque no se use de forma incorrecta o abusiva la bandera.
Puede dar fe de lugares del municipio de Artemisa donde esto sucede, incluyendo lugares muy céntricos, actividades festivas, conmemorativas o en instituciones estatales. Se ha mostrado incansable este amigo en la tarea de mostrar a los responsables que la usan de manera incorrecta.
Estamos necesitados de una cruzada de cultura general que nos ponga en condiciones de discernir con claridad cuándo y cómo es posible, correcto, necesario y de utilidad la introducción de temas históricos en nuestras actividades y cómo hacer uso correcto de los símbolos patrios. Evitar excesos y omisiones en el tratamiento de la historia es una manera de no hacerle el juego al desconocimiento, la desinformación, al desarraigo de la identidad y a la ignorancia.