El escrutinio de las elecciones presidenciales rumanas dio la sorpresa este domingo por la noche y apuntó a que el aspirante socialdemócrata y actual primer ministro de Rumania, Marcel Ciolacu, y el desconocido candidato Calin Georgescu se disputarán la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el próximo 8 de diciembre, con en torno al 22% de los votos cada uno y una ligera ventaja para Georgescu (21,99% frente a 21,33%), con el 89,46% de las papeletas escrutadas. Ninguno de los aspirantes superaría el 50% necesario por lo se que se enfrentarán en la ronda final. La segunda en las encuestas a pie de urna, la periodista Lasconi, obtenía el 16,37%, mientras que el líder del partido extremista Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), George Simion, cayó a la cuarta posición con el 14,55%. El jefe del Estado es una figura testimonial que solo se encarga de la política exterior y la seguridad nacional, además de nombrar a los jefes de los servicios de inteligencia y fiscales clave.
La movilización de los rumanos en el extranjero puede impactar aún en el resultado. “Todavía no está todo decidido, hay más de 800.000 de votos desde el extranjero, un 8% del escrutinio y no sabemos cómo se van a repartir esos votos entre los aspirantes”, advertía Cristian Pantazi, periodista de G4Media.ro.
“En el próximo periodo tendré que hablar con cada candidato para recoger todo lo bueno de sus programas”, declaró Ciolacu al cierre de las urnas antes de subrayar que llevó a cabo una campaña libre de odio y continuará haciéndolo de cara a su duelo frente a su inesperado rival.
“Es un despertar de conciencia sorprendente”, afirmó Georgescu tras conocerse los sondeos a pie de urna, que le daban como tercero. El candidato considerado prorruso recalcó que “el pueblo rumano, cuando esté solo, ganará”. Georgescu tiene un discurso antieuropeo y nacionalista y rechaza que en el país pueda haber empresas extranjeras que exploten los recursos rumanos, el mismo tipo de mensaje que difundía el dictador comunista, Nicolae Ceausescu.
Lasconi, una antigua comunicadora de televisión de 52 años y alcaldesa de centroderecha de Campulung, una ciudad pequeña situada a 150 kilómetros de Bucarest, cuando pensaba que se disputaría la segunda vuelta con el primer ministro, pidió sin embargo estar vigilantes: “Gran atención en todos los colegios electorales, cada voto cuenta. Es esencial permanecer ahí y defender los votos de los rumanos”.
Ciolacu siempre creyó que sería mejor enfrentarse al político ultraderechista Simion, que cuestionó las encuestas a pie de urna. “Reivindicamos esta noche la entrada a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Voy a pedirles (a los ciudadanos) que apaguen los televisores, especialmente los que muestran a una persona desconocida delante de nosotros”, manifestó el político ultraderechista visiblemente enfadado, antes de denunciar fraude: “Somos la mayor amenaza para este sistema. Vimos la mayor violación de la ley electoral”.
Durante la campaña, el candidato, de 38 años, suavizó su retórica nacionalista antieuropea —tacha a Bruselas de “burbuja corrupta” y se opone a los derechos del colectivo LGTBI— y reconoció ser admirador del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y de Donald Trump, ganador de las presidenciales estadounidenses. Ese viento favorable que podía haber generado la victoria del magnate neoyorquino en las aspiraciones de Simion no ha sido suficiente para captar más electores ultraconservadores.
La formación de Ciolacu, de 56 años, carece de una orientación socialdemócrata. Generalmente adopta posiciones populistas de derecha y nacionalistas mezcladas con una postura de izquierda en temas sociales y económicos. Sin embargo, su influencia en las regiones rurales y menos desarrolladas del país puede darle el triunfo que tanto anhela su facción política desde que perdió las presidenciales de 2004. “He votado por una Rumania económicamente fuerte, con una voz fuerte en el mundo, donde los rumanos puedan tener una vida digna y por el mayor número posible de victorias como la de hace unos días: la plena adhesión al espacio Schengen”, señaló el dirigente tras ejercer su derecho a voto en Bucarest.
Los votantes del sexto Estado más grande de la Unión Europea en términos de población —unos 19 millones de habitantes— han virado en los últimos años hacia formaciones nacionalistas como nunca antes había ocurrido desde la caída del comunismo hace casi 35 años.
La campaña presidencial ha estado marcada por los ataques personales. El líder de ultraderecha fue acusado de reunirse con espías rusos, afirmación que ha negado, mientras que el primer ministro, que gobierna en coalición con el Partido Nacional Liberal (PNL), está en el punto de mira por polémicos vuelos en jets privados financiados por empresarios. Pero, a pesar de su bajo índice de popularidad, Ciolacu ha intentado proyectar un mensaje de estabilidad mediante una imagen de hombre humilde y autodidacta.