En una rara conjunción, el pasado septiembre coincidieron en Marruecos el segundo aniversario del terremoto del Alto Atlas —donde miles de personas siguen a la espera de que se rehabiliten sus viviendas—, la muerte de ocho mujeres embarazadas en el hospital de Agadir (sur) —atribuida a un fallo en la aplicación de la anestesia— y la inauguración del estadio Mulay Abdalá de Rabat —reconstruido en solo 14 meses con un coste de 70 millones de euros—.
La diligente ejecución del complejo deportivo de la capital para la celebración de la Copa de África de Naciones, prevista en diciembre y enero, mientras los damnificados por el seísmo siguen bajo tiendas de campaña y muchos centros sanitarios públicos se hallan en situación precaria, parece haber sido el detonante de la revuelta de los jóvenes marroquíes. La protesta se mostraba ya latente en las redes sociales de los marroquíes nacidos entre 1995 y 2010 ―la llamada generación Z― que se han subido desde hace una decena de días a una ola de protestas de los jóvenes de su misma edad en varios países emergentes contra la desigualdad económica y la corrupción en el poder. El rey Mohamed VI ha sido emplazado a que les ofrezca una respuesta este viernes ante el Parlamento.
Marruecos está invirtiendo masivamente en infraestructuras como aeropuertos, autopistas y en la ampliación de la primera línea férrea de alta velocidad de África para acoger en 2030 la celebración de la Copa del Mundo de Fútbol, que coorganiza junto con España y Portugal. “Menos Mundial y más hospitales”, ha sido precisamente la consigna más coreada por los jóvenes que se han echado a las calles desde el 27 de septiembre. A la espera de la respuesta que dará la más alta instancia del poder, han dejado prácticamente en suspenso sus movilizaciones. Hace una semana, tres manifestantes murieron por disparos de las fuerzas de seguridad al intentar asaltar un puesto policial cerca de Agadir. Impulsan las protestas el movimiento GenZ 212, número que corresponde al código telefónico internacional marroquí.
Los miembros de la generación Z se han sublevado en cadena en distintos puntos del planeta. Recientemente, han forzado en Nepal la caída del Gobierno; también han desalojado al Ejecutivo en Madagascar en unos disturbios que se han cobrado al menos dos decenas de víctimas mortales. En Perú, la protesta juvenil amenaza además la estabilidad de la presidenta, Dina Boluarte. Antes se habían movilizado contra los gobernantes de Indonesia y Filipinas.
Mientras muchos jóvenes Z europeos parecen buscar en la ultraderecha una respuesta a la ruptura con un sistema que no ofrece salidas a sus reivindicaciones de trabajo y vivienda, los miembros de su generación han dicho basta en algunos países emergentes. Tienen como denominador común el rechazo a la corrupción y el nepotismo, que acentúan la desigualdad en el reparto de la riqueza a pesar del creciente desarrollo económico.
En muchas de estas protestas ondea una bandera pirata con una calavera cubierta por un sombrero de paja. Con más de 500 millones de ejemplares vendidos desde 1997 en decenas de países y traducido a más de 40 lenguas, les inspira el manga One Piece, que ha dado paso a una serie en Netflix. Está protagonizado por el corsario Luffy, que lucha junto a otros jóvenes contra un supuesto gobierno mundial autoritario y corrupto. Es un símbolo surgido del anime, de la cultura popular contemporánea, que ha atraído a los menores de 30 años hacia unas reivindicaciones sociales y políticas que les resultaban ajenas.
El apagón de las redes sociales impuesto hace un mes por las autoridades de Katmandú causó el estallido juvenil que desembocó en la salida del primer ministro de Nepal, Khagda Prasad Sharma Oli. Las cuentas de TikTok y el chat para juegos en línea Discord fueron los vehículos de su revuelta, al igual que en Madagascar. En esta isla de África oriental se propagó una protesta masiva contra los cortes de luz y agua que ha forzado la destitución del Gobierno por el jefe del Estado.
Mientras, en Perú la generación Z se ha rebelado desde el pasado 20 de septiembre contra el Gobierno de Boluarte. La bandera pirata del cómic One Piece ha ondeado también en Lima y en varias regiones del país andino, para expresar su descontento con la reforma de la ley de pensiones presentada por el Gobierno. La misma enseña del manga ya fue izada el pasado verano en las manifestaciones de los jóvenes en Filipinas e Indonesia.
En Europa también han surgido revueltas estudiantiles. La muerte de 16 personas al derrumbarse parte de la estación de tren de Novi Sad, segunda mayor ciudad Serbia, fue el detonante de la protesta juvenil lanzada este año contra la corrupción y clientelismo achacado al el gobernante Partido Progresista Serbio, que acumula 13 años en el poder.
Normalidad contestataria
“La sociedad marroquí ya es normal, esto es, contestataria”, tercia el escritor Tahar Ben Jelloun, nacido en Fez hace 78 años y galardonado con el premio Goncourt. “Es paciente, pero no ha podido soportar más al otro Marruecos, ese que no deja de enriquecerse y alejarse de la realidad cotidiana de la mayoría”, razona en su última columna en Le 360. “El mundo ha cambiado, la juventud se ha apoderado de las redes sociales, mientras nuestros dirigentes siguen haciendo política a la antigua”, abunda.
Hay dos países enfrentados. Al Magrib (en árabe) y Morocco (en inglés). Entre ambos se ha abierto una brecha abismal de diferencias sociales y económicas. Los jóvenes marroquíes, como los de otros países emergentes, se rebelan ahora contra el fracaso de un sistema que no les ofrece una vida decente, y reclaman educación y sanidad públicas de calidad y el fin de las prácticas corruptas en la Administración.
Ahora cuestionan al poder y exigen cambios. Son ya muchos los que surfean la ola del descontento. Discord, su foro de debate en internet, ha pasado de apenas 3.000 seguidores en Marruecos a cerca de 200.000 desde el inicio de la revuelta liderada por el grupo anónimo GenZ 212. El 40% de la población marroquí tiene menos de 24 años, y la tasa de paro de los comprendidos entre los 15 y los 24 supera el 35%. Una cuarta parte de ellos ni estudia ni trabaja. Entretanto, la previsión de crecimiento de la economía no deja de aumentar y se sitúa en el 4,6%, frente al 3,8% de 2024, según los últimos datos del banco emisor Al Maghrib.
Piden la destitución del primer ministro, el liberal Aziz Ajanuch, segunda fortuna del país norteafricano tras la familia real. Y se han dirigido directamente al rey Mohamed VI en un salto cualitativo desde el movimiento social a la acción política en una carta abierta publicada el pasado viernes. “Majestad, el desajuste entre los derechos constitucionales garantizados y nuestras difíciles condiciones de vida requiere que el Trono actúe como mediador nacional, garantizando la estabilidad y dignidad de su pueblo”, se resume el contenido de la misiva dirigida al monarca desde las redes sociales.
Para el politólogo marroquí Mohamed Tozy, “las reivindicaciones de los jóvenes reflejan un malestar político y social más profundo”. “La única salida es dialogar con ellos. No hay soluciones inmediatas. No hay respuesta para este tipo de movimiento de nuevo cuño”, explica este analista afincado en Francia, citado por el portal informativo Medias 24. A su juicio, el desfase entre el mundo digital en el que se mueven los jóvenes precarizados y la política de las élites en el poder es casi insalvable.

Demandas ante el discurso real
Mohamed VI tiene previsto pronunciar el viernes su tradicional discurso anual de apertura del Parlamento en Rabat. A la espera de la respuesta del soberano, la protesta juvenil ha quedado hibernada. GenZ 212 aboga por llevar ante la justicia a quienes sean “culpables de corrupción, malversación de fondos públicos y enriquecimiento ilícito, sin importar su cargo”.
En paralelo, más de 60 intelectuales, artistas y dirigentes políticos de la izquierda han dirigido este miércoles una carta abierta al rey secundando las peticiones de la generación Z marroquí, según informa el portal digital H24 Info. Entre los firmantes figuran destacados periodistas como Omar Radi y Suleimán Raisuni, que fueron sentenciados a penas de cárcel tras haber publicado informaciones y análisis críticos hacia el Gobierno. Indultados por Mohamed VI en 2024 al cumplir 25 años en el trono, el gesto de reconciliación fue visto como un paso a favor de la libertad de expresión. Condensadas, estas son las propuestas dirigidas con inusual franqueza al monarca de la dinastía alauí para que las lleve a cabo.
—Expresar condolencias a las familias de las víctimas (de los disturbios), comprometerse a ejecutar unas investigaciones serias y transparentes, y que los responsables rindan cuentas.
—Apertura inmediata en materia de derechos humanos: liberación de todos los detenidos del movimiento GenZ 212 y de todos los demás presos de conciencia en Marruecos, empezando por los del Hirak (movimiento) del Rif (2017-2017).
—Iniciar un proceso de reforma constitucional que consagre libertades fundamentales y una separación de poderes, que rompa por completo con prácticas pasadas bajo la influencia del Majzén (aparato de poder dependiente del Palacio Real).
—Emprender un diálogo nacional para reexaminar las prioridades económicas y sociales de Marruecos. A la espera de los resultados de este diálogo, encargar a un organismo nacional que suspenda o reduzca todas las inversiones no esenciales, las audite y redirija los presupuestos resultantes a la sanidad y educación públicas.