En Rojo
Gabriela Mistral, es conocida como la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945. En general, es valorada hoy como una de las grandes figuras de la poesía y la literatura en español. No siempre fue así.
Recuerdo algunas expresiones de escritores que admiro en las que se valoraba muy mal la poesía de la escritora chilena. Así, Jorge Luis Borges, ha preguntas de un periodista, se refería a la galardonada Mistral como “esa señora” de la que “nadie recordaba un verso”. Por supuesto, el argentino es recordado por su obra literaria y no por sus expresiones a la prensa y en congresos literarios, donde iba de lo sublime a lo ridículo. Lo traigo a colación porque el premio internacional no supuso que el trabajo literario de Mistral fuera aceptado por quienes por mucho tiempo crearon el canon literario en esta parte del mundo. La visión patriarcal distorsiona la mirada.
Mistral es conocida por su capacidad para expresar emociones complejas y profundas, abordando temas como el amor, la pérdida, la maternidad y la naturaleza. Su poesía resuena con muchos lectores por su sinceridad y sensibilidad.
Además, su estilo poético es innovador, combinando elementos líricos con influencias folclóricas y una rica musicalidad. Mistral experimentó con diversas formas poéticas, lo que le permitió crear un lenguaje único y evocador.
La poeta también es valorada por su compromiso con temas sociales, como la educación, la justicia social y los derechos de las mujeres. Su labor como educadora y su activismo la convierten en una figura relevante en la historia social de Chile y América Latina.
Su obra ha sido objeto de estudio y análisis en diversas disciplinas, desde la literatura hasta la psicología y la sociología. Mistral ha influido en generaciones de escritores y poetas, y su legado continúa vigente en la literatura contemporánea.
Gracias a la gentil deferencia de Eunice Rodríguez Ferguson, tengo en mis manos una hermosa edición de Desolación. Se trata de una edición conmemorativa al cuidado de Sundial House (2023), ilustrada con xilografías creadas por niños, jóvenes y artistas adultos. El grabador, Rafael Lara Monsalve los reunió en el Taller de Grabado Kalifú Kimün de la Academia de Artes Islas al Sur, Chile.
La publicación incluye la correspondencia entre Mistral y Federico de Onís (1921), a la sazón director del Instituto de las Españas y profesor de literatura española en la Universidad de Columbia. Además, reproduce la portada original y frontispicio de la primera edición.
¡La edición bilingüe contiene 37 poemas traducidos por Langston Hughes! Perdonen los signos de exclamación, pero que este poeta haya decidido traducir estos retratos íntimos son un homenaje digno de admiración. El amoroso trabajo de llevar la totalidad de esta primera antología de Mistral al inglés se lo debemos a Alejandra Quintana Arocho, Inés Bellina y Anne Freeland.
Desolación
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir inmensos ocasos dolorosos.
¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!
Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.
Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.
Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no cuento los instantes,
porque la noche larga ahora tan sólo empieza.
Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que vine para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!
Siempre ella, silenciosa, como la gran, mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.