Hay un video por ahí que muestra esto: una niña de unos 7 u 8 años, la más chiquita de la clase de danza, seria, concentrada, esforzándose por mostrar lo que sabe hacer. Fue registrado hace una década cuando una gurrumina llamada Luciana Sagioro se presentó en una escuela de ballet de San Pablo a casi 700 kilómetros de su casa en Juiz de Fora. Hoy es la primera brasileña del Ballet de la Ópera de París.
El público balletómano argentino descubrió a esta chica hace dos años cuando se presentó en el Prix de Lausanne, el certamen de ballet más importante para los jóvenes talentos.
Había en ronda competidores de muchos países, la Argentina entre ellos, pero la presencia escénica de la chica brasileña unida a una técnica que roza la perfección, le ganó inmediatamente la adhesión de los asistentes en Suiza y de los seguidores online. Fue una de las ganadoras. No podía ser de otro modo.
Con ese premio, pasó un año en la escuela de la Ópera de París. Un documental sobre su historia (que se puede ver en YouTube) revela que sus maestros no estaban de acuerdo con esa elección: “La Ópera no elige brasileños”, le advierten en el filme. Pero ella decidió seguir su instinto.
Ya lo había hecho cuando era esa gurrumina de 8 años y probó una clase en una academia de San Pablo. Después de esa experiencia, registrada en un video, regresó a su Minas Gerais natal para pedirle a sus padres que la dejaran irse a estudiar allá, a casi 700 kilómetros de casa, sin ellos, apenas con una cuidadora. Así, cuando tenía que estar estudiando el tercer grado de la primaria, Luciana Sagioro se mudó detrás de una pasión.
Después del año de formación en París, consiguió una de las plazas en la compañía en un concurso al que se presentan las y los mejores aspirantes. Y hace dos semanas, ganó otro concurso interno para subir de categoría.
Luciana Sagioro podría presumir de sus logros. Tiene con qué. Pero, en una entrevista a O Globo la semana pasada, prefirió mirar otra cosa.
“Es muy triste ver una nación repleta de talentos que necesitan apoyo, ayuda, proyectos sociales y visibilidad, pero que no los tienen. Vengo de una familia de clase media alta que pudo darme todo el apoyo que necesité para llegar a donde estoy hoy. Reconozco y estoy agradecida a mis padres”, dijo.
Hablaba de Brasil, su país. Pero vale para otros. Para la Argentina, de hecho.