La segunda y última jornada del juicio que sienta en el banquillo a un abuelo acusado de abusar sexualmente y de forma repetida de su nieta en Gran Canaria, estuvo marcada por la declaración del acusado, que negó de forma rotunda los hechos y sostuvo que «nunca he dormido con ella» y que «no es cierto» que la hubiera tocado.
Aseguró que la joven «solo se quedó en mi casa una o dos veces» y que esta acusación lo ha «paralizado por completo. Me siento fatal». Atribuyó el origen del relato a la complicada situación familiar que vivieron: «Todo es por la depresión que tiene esta niña por la separación de sus padres. Gritos, peleas, denuncias». Añadió que «di mi vida por mis nietos, pero con esto están muertos» y concluyó: «Si viera a alguien que le haga daño a mi nieta, me lo comería».
Este caso juzga presuntos abusos sexuales continuados cometidos cuando la menor tenía entre cinco y 11 años, periodo en el que pasaba temporadas con la familia materna tras la separación de sus progenitores. Tanto la Fiscalía como la acusación particular sostienen que el acusado, aprovechando la relación de ascendencia y confianza, habría mantenido contacto sexual reiterado con la niña durante ese tiempo. Las dos acusaciones solicitan 12 años de prisión y una indemnización que oscila entre 30.000 y 60.000 euros, además de medidas de alejamiento y prohibición de comunicación. La defensa pide la absolución.
Lucía Cascales y Miguel Ángel Pérez Diepa.
F. J. F.
El acusado, que solo respondió a las preguntas de su letrada, relató que «durante el boom de la construcción» trabajaba largas jornadas y sufría alergias que le provocaban heridas en las manos. «A veces me daba vergüenza porque se me llenaban de ampollas», indicó, argumentando que ello haría imposible realizar tocamientos sin producir dolor o lesiones. Añadió que al llegar a casa «las camas estaban ocupadas» y que él «se iba al sofá», donde «encendía la tele» y «se quedaba dormido».
Dictámenes psicológicos
El psicólogo que trató a la víctima entre 2020 y 2021 declaró que la joven acudió a consulta acompañada de su padre porque «se encontraba mal emocionalmente y con trastornos de sueño». Explicó que la menor refería «miedo a dormir» y que sufría «pesadillas recurrentes de que la familia materna la iba a buscar a su casa para llevársela». La separación de sus progenitores, apuntó, la afectó porque «se sentía discriminada».
Otra psicóloga que la atendió desde abril de 2022 hasta noviembre señaló en la vista que presentaba «síntomas de estado continuo de hiperactivación, nerviosismo constante». Matizó que «no eran síntomas exagerados» y que resultaban «compatibles con estos hechos o con cualquier situación impactante». Según indicó, la joven afirmó que «su situación venía de atrás y no por la presentación de la denuncia».
Las dos psicólogas forenses responsables de valorar la huella psicológica destacaron que la menor «sufre una sintomatología compatible con la situación de abusos persistentes», aunque «no se puede establecer una relación directa con total seguridad». Explicaron que «dejó muchos ítems sin responder» y que, por ello, «no podemos utilizar ese instrumento» con carácter concluyente.
Sin embargo, señalaron: «Coincide lo que nos sale en los test con lo que dice la menor en la entrevista. No exageró ni disimuló». Añadieron que «su cuadro emocional le llevaba a aislarse del entorno familiar» y que sus síntomas «forman parte de una desintegración de las emociones vinculadas a experiencias traumáticas vividas».
Disparidad de criterios
En los informes finales, la fiscal Lucía Cascales defendió que la declaración de la víctima es «totalmente creíble» y que «no existe móvil espurio alguno». Sostuvo que sus afirmaciones aparecen «corroboradas por sus hermanos» y respaldadas por los informes periciales «que no detectaron simulación». Añadió que algunas de las testigos de la defensa «incurrieron en contradicciones» pese al apercibimiento legal.
El letrado de la acusación particular, Miguel Ángel Pérez Diepa subrayó la «declaración persistente» y «ausente de ambigüedades» de la joven. Indicó que «el mismo relato» ha sido sostenido tanto en sede judicial como ante los peritos, y que «en sus hermanos no se atisba el mínimo intento de mentir». Destacó la «corroboración periférica» en los informes psicológicos y señaló «contradicciones» entre los testimonios del acusado y su esposa. Añadió que «no se ha aportado ningún documento» que respalde supuestos incumplimientos parentales del padre.
La defensa ejercida por Telva Mendaño mantuvo su petición de absolución. Sostuvo que «ha habido una mezcla de datos con respecto a las viviendas» y afirmó su «absoluta convicción en la inocencia» del acusado. Alegó que «no hay prueba directa ni indirecta» y que la denunciante «dice que sufría tocamientos pero esa afirmación no se sostiene». Señaló que el acusado «tenía unas manos anormales y es imposible que haga tocamientos sin causar dolor o sangrado». Indicó también que «ningún testigo apreció agresión sexual alguna» y que el único episodio referido fue «un acto torpe pero sin malicia alguna». Atribuyó la sintomatología psicológica de la menor a «un entorno familiar crítico».
La vista quedó vista para sentencia, con ponencia del magistrado Secundino Alemán Almeida.
